De la queja al cambio: estrategias emocionales y profesionales para no quedar atrapados en el pesimismo

La incomodidad aparece no porque estemos haciendo todo mal, sino porque tenemos ambiciones y deseos de superación.

NEGOCIOS27/06/2025
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¿Te ha pasado alguna vez pensar cosas como "siento que no avanzo", "nada me sale bien", o "todo el mundo logra cosas menos yo"? A mí también. Y no solo como persona, sino también como profesional que ha tenido que reconstruir su vida desde cero en otro país, cambiar de rumbo más de una vez y adaptarse a entornos de alto rendimiento donde las exigencias parecen no tener fin.

Vivimos tiempos marcados por la queja, la frustración y la polarización. No es difícil caer en ese clima. Las redes sociales amplifican el desánimo y las comparaciones constantes con los logros ajenos nos hacen sentir que vamos tarde, que no estamos haciendo suficiente, que algo en nosotros está fallando. Pero aquí hay una clave: muchas veces, esa incomodidad aparece no porque estemos haciendo todo mal, sino porque tenemos ambiciones y deseos de superación. La frustración, en ese sentido, es un síntoma de que queremos avanzar.

Lo primero que necesitamos entender es que el desánimo no es el enemigo. Es una señal de alerta. Una invitación a revisar, ajustar y redirigir. Pero la manera en la que respondemos a esa señal marca toda la diferencia entre quedar atrapados en la queja o activar procesos reales de cambio.

Desde mi experiencia, tanto personal como acompañando a líderes, creativos y equipos, quiero compartirte algunas estrategias -emocionales y profesionales- para no quedarte en el pesimismo:

1. Cuidá el lenguaje con el que te hablás
Lo que decís de vos cuando estás frustrado importa. Y mucho. Las frases absolutas como "soy un desastre" o "nunca me sale nada bien" no solo son emocionalmente devastadoras, también son falsas. Confunden lo que te pasó con lo que sos. Tener un mal día no te hace una persona fracasada. Que algo no haya funcionado no significa que vos no funcionás. Si podés reemplazar esas generalizaciones por afirmaciones más precisas como "esto no me salió como esperaba" o "hoy me siento estancado", abrís una puerta al análisis real y al aprendizaje.

2. Convertí la comparación en dirección
Compararte con otros suele ser doloroso si lo hacés desde la falta. Pero puede ser útil si lo hacés desde la curiosidad. Preguntate: ¿Qué puedo aprender de esta persona? ¿Qué decisiones tomó que yo podría aplicar? ¿Qué no estoy viendo de mi propio recorrido que sí vale la pena valorar? A veces, los demás no están "mejor", solo están en otro momento del proceso.

3. Transformá la queja en pregunta
Detrás de cada queja hay un deseo no expresado. Si te encontrás diciendo "nadie me valora", preguntate: ¿Qué necesito? ¿Reconocimiento? ¿Espacio para expresarme? ¿Sentirme útil? A esa queja, convertila en pregunta: ¿Qué puedo hacer diferente para sentirme más valorado? ¿Con quién necesito hablar? ¿Qué límites debo poner?

4. Planificá en vez de rumiar
El pensamiento repetitivo sin dirección es una trampa emocional. En lugar de quedarte girando en lo que no funciona, diseñá acciones concretas. Una llamada que postergaste. Una conversación que evitás. Una búsqueda que no empezaste. El primer paso no tiene que ser perfecto, solo tiene que existir.

5. Validá tus emociones sin dejarte dominar
No se trata de negar lo que sentís. Al contrario, reconocer el cansancio, la frustración o la tristeza es parte del proceso. Pero no te conviertas en tu emoción. Sentirte sin motivación no significa que seas una persona incapaz. Las emociones son estados, no identidades.

La transformación personal y profesional no ocurre con fórmulas mágicas ni discursos motivacionales vacíos. Ocurren cuando estamos dispuestos a dar el primer paso aun cuando la motivación está ausente. Ocurre en la práctica cotidiana de revisar nuestros pensamientos, ajustar nuestras palabras y tomar decisiones que nos devuelvan el poder de actuar. Aun cuando todo parece lento. Aun cuando no vemos resultados inmediatos.

La buena noticia es que nadie está condenado al estancamiento. Con solo cambiar el modo en el que te hablás, abrís espacio para cambiar el modo en el que actuas. En tiempos en que todo nos puede hacer sentir como si nos estamos quedando atrás, elegir movernos a pesar del desánimo es un acto de liderazgo y amor propio. En contextos donde todo parece perdido, apostar por la transformación interna es una forma concreta de recuperar el control y de recordar que siempre podés ser quien apueste por vos.

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