Lo que no te contaron sobre liderar

En este mundo que premia lo efímero, liderar desde la construcción y la contención es un acto revolucionario.

NEGOCIOS26/06/2025
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Cuando nos imaginamos liderando, solemos hacerlo desde un ideal: motivar, inspirar, construir equipos sólidos. Queremos ser esos líderes que despiertan entusiasmo, que marcan un antes y un después. Y aunque esa visión es legítima y necesaria, también es incompleta. 

Liderar no es solo dirigir: es sostener, leer y transformar
Es, como la maternidad o la paternidad, un vínculo en constante negociación. Uno puede prepararse, formarse, decidir qué errores no quiere repetir. Pero en la práctica, no lideramos sobre un papel en blanco: lideramos sobre vínculos vivos, con personas que también tienen sus tiempos, historias y maneras de responder.

Lo que para una persona es motivador, para otra puede ser una presión innecesaria. Lo que funcionaba con un equipo pequeño, puede volverse obsoleto con un equipo más grande o más diverso. Liderar, entonces, es practicar el arte de adaptarse. Es sostener el propósito incluso cuando el día a día parece devorarlo todo. Es leer la situación y pararse sobre la solución, incluso cuando esa solución no coincide con nuestro estilo ideal. 

Liderar también es tolerar no gustar
A veces hay que tomar decisiones difíciles. Otras, contener emociones que no sabemos cómo nombrar. Y muchas veces, ser líderes implica actuar como lo que el negocio y el equipo necesitan -aunque eso no coincida con lo que quisiéramos ser en ese momento-. Esa tensión entre identidad e impacto no se resuelve con fórmulas. Se resuelve con madurez. 

Y cuando esa madurez no alcanza, hay que saber pedir ayuda. 

Porque liderar no es hacerlo todo. Liderar también es reconocer que necesitás delegar. Que necesitás apoyo. Que tu equipo no está para que lo salves, sino para que lo hagas parte. De lo contrario, el liderazgo se vuelve una torre solitaria. Puede funcionar para un proyecto puntual, pero no para sostener vínculos reales a lo largo del tiempo. 

El equipo como una extensión del cuerpo
Un buen liderazgo no busca moldear al equipo a su imagen y semejanza, sino conocerlo, escucharlo, dejar que cada miembro despliegue su impronta. Un líder sensible conoce el pulso del grupo como si fuera una extensión de su cuerpo. Y eso implica saber esperar, potenciar, acompañar. 

A veces, incluso, dejar que otra persona tome el liderazgo. Porque en momentos de crisis o de transformación profunda -como sucede en los negocios que están creciendo o mutando- lo que se necesita no es un héroe, sino un equipo comprometido, capaz de turnarse el timón. Como en la crianza: cuando el "hijo" (el negocio) está caprichoso o en crisis, todos deben velar por su bienestar. 

Liderar es saberse desafiado. Es dejarse superar.
Cuando ingresan nuevas personas al equipo, la primera reacción -sana y lógica- puede ser enseñar, cuidar, formar. Pero cuidado: formar no es moldear para que encaje sin fisuras. No es ponerle un techo. Liderar es entender que quien se incorpora necesita, en algún momento, romper el molde, moverse, incomodarse y superarse. 

Y ahí, el rol del líder es clave: debe propiciar el espacio para que esa evolución ocurra. No solo en la persona, sino en el equipo entero. Porque cuando alguien empieza a cuestionar, a proponer cambios, a desafiar lo establecido, no es un problema. Es un síntoma de crecimiento. Si nadie cuestiona, lo que hay es estancamiento. 

El líder que se deja superar, que no se aferra al lugar de saber absoluto, es un líder que habilita la transformación. Por eso, los egos, los miedos y la competencia son parte del camino. Y el liderazgo es, también, un proceso de deconstrucción permanente: para volver a armarse desde un lugar más maduro, más generoso, más humano. 

Como los hijos que llegan a la adolescencia, también los empleados -en su evolución dentro del rol- necesitan su propio margen de autonomía, de diferencia, de voz. Acompañarlos en esa etapa, sin reprimirla, es el verdadero salto evolutivo de un liderazgo saludable. 

La caja de herramientas emocional 
En el camino de liderar, muchas veces usás lo que tenés a mano. Repetís frases que escuchaste, reaccionás como alguna vez te lideraron. Hasta que te das cuenta de que eso no alcanza. Que cada situación nueva pide una herramienta distinta. Y que buscar esa herramienta también es liderar. 

Liderar es gestionar emociones propias y ajenas. Es reconocer que un equipo no es solo una estructura funcional, sino un sistema emocional. Es escuchar más allá de las palabras. Es leer el clima, anticiparse al desgaste, crear espacios donde la palabra circule y las personas se sientan vistas. 

En defensa del liderazgo que sostiene
Hoy se habla mucho de "soltar para crecer". Y sí, soltar lo que ya no suma es necesario. Pero hay un acto igual de valiente y menos celebrado: sostener. Sostener una visión. Sostener un equipo. Sostener el propósito incluso cuando parece desdibujado. Porque liderar no es un acto individual. Es una práctica compartida y profundamente humana. 

En este mundo que premia lo efímero, liderar desde la construcción y la contención es un acto revolucionario.

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